La belleza de sentir demasiado
Cuando era una niña, sentía que ser muy sensible era algo malo y que sentir demasiado era un tremendo defecto. Toda mi adolescencia luché contra ello, queriendo ser fuerte y así no sufrir tanto.
Luego de que la vida me enseñara algunas lecciones muy duras, decidí que era momento de dejar de sentir. Era momento de dejar de demostrar cada emoción que sentía. Era momento de endurecer mi alma y así dejar de ser tan llorona y sensible.
Y lo logré. Estaba tan orgullosa de mi autocontrol. Al punto que llegué a estar completamente adormecida. Hasta me daba lo mismo levantarme por la mañana. No me di cuenta del nivel de mi depresión hasta que mi mamá intervino y con ayuda profesional, salí adelante.
Salir adelante curiosamente implicó volver a sentir. Volver a llorar y también, volver a reír. Porque en mi caso, estar deprimida no era sinónimo de llorar todo el día, sino de no querer hacer nada, porque todo me daba igual y todo parecía el mismo tono de gris oscuro.
Cuando logré aceptarme en vez de seguir liderando una lucha que no iba a llegar a ningún lado salvo a mi autodestrucción, nuevamente pude vivir en vez de apenas sobrevivir. Me di cuenta de que sentir demasiado no es un pecado. Que cada vez que llorara más fuerte que otras personas, debía recordar que esa misma sensibilidad me permitiría reír más fuerte que otros, sentir más alegría en momentos de dicha y poder abrazar con más fuerza a quien lo necesitara.
Por eso, me rehúso a pedir disculpas por sentir demasiado. Por llorar ante la injusticia. Por sentir rabia frente a la violencia e intolerancia. Y por sonreír cada vez que puedo.
Y a todos quienes alguna vez han sentido que están mal por ser demasiado sensibles, sólo les digo que dejen de hacerle caso a otras personas que no entienden. Usen sus fuerzas para hacer algo positivo con esa maravillosa sensibilidad en vez de luchar contra algo que no podrán controlar. Atrévanse a sentir todo lo que tengan que sentir, porque por algo han nacido con esa habilidad y es cosa de cada uno ver qué logramos al canalizar nuestras energías de manera positiva.
Y a quienes en estos momentos están anestesiados y no sienten nada, por favor no se desesperen. Hay solución. El primer paso es darse cuenta y luego, hay que pedir ayuda.
Entre antes aceptes tu naturaleza y aprendas a vivir con ella, créeme que serás mucho más feliz. Porque al sentir, abres la puerta a verdaderamente vivir. Y allí radica la verdadera belleza de sentir demasiado.