La peligrosa pero efectiva estrategia de incitar al odio
Me gusta pensar que la mayoría de la gente es buena y que sus valores la guían de manera positiva cuando hay confusión y maldad alrededor. Sin embargo, en las últimas semanas he visto cómo incitar al odio se ha vuelto una excelente estrategia de marketing. Digo excelente por su eficacia, ya que hasta yo estoy escribiendo acerca de Donald Trump. Es titular obligado a diario, porque todos los días encuentra una nueva frase incendiaria o hace algo para faltarle el respeto a alguien. CNN le dedica horas en vivo porque sube los ratings. Parece que incitar al odio logra que la gente se una en torno al presunto culpable de todos sus males.
Esta estrategia no es nueva. Los dictadores la han usado a lo largo de la historia. Maquiavelo estaría feliz de ver un nuevo alumno justificando sus acciones para lograr la presidencia de los EE.UU. Hay una caricatura que circula hace tiempo de James Pendergrast en la cual alude al poder destructivo que tiene la unión del miedo con el odio y la ignorancia. El ascenso de Trump se basa sobre la ignorancia de quienes están desilusionados con la política y los gobernantes. Sus palabras exacerban los miedos que tienen muchas personas, como el desempleo, la corrupción y la violencia. Luego se alimentan de la ignorancia y agarran fuerza arraigadas en el odio a los inmigrantes, a los extranjeros, a todos quienes sean percibidos como diferentes.
Me preocupa y hasta asusta el discurso demagógico de Trump. Sube como la espuma en las encuestas. Muchos se preguntan si acaso la gente es tonta, pero se olvidan que los demagogos por definición apelan a las emociones y prejuicios. Es decir, no necesitan ser racionales, sólo hábiles. Hay muchos sufriendo, que no se han recuperado de la última recesión o que han visto caer su estándar de vida en la última década. Otros están hasta la coronilla del gobierno y su política exterior. Trump no solamente justifica sus frustraciones en sus discursos públicos, sino que además encontró un chivo expiatorio: los inmigrantes. Se le olvida que este país es fruto de la constante inmigración. Los únicos que realmente han estado aquí siempre han sido los indios americanos (Native Americans). Su discurso nacionalista injustamente culpa en especial a los mexicanos de todos los achaques actuales de EE.UU. Me sorprende la cantidad de gente que lo justifica, que aplaude que “dice las cosas como son”, sin meditar en el daño que le hace a un país ya dividido por el racismo y los prejuicios. Como periodista, me parece una aberración la manera en que trató en Iowa a Jorge Ramos y hasta a una periodista de Fox que no es santo de mi devoción, Megyn Kelly. Es cierto que después dejó regresar a Ramos, pero no sin antes haberle dicho que se regrese a Univisión y haberle pedido a su guardaespaldas que lo sacara de la conferencia de prensa.
Trump se aprovecha de la ignorancia, el odio y el miedo para seguir obteniendo cobertura de prensa y el apoyo de posibles votantes. Confieso que al principio no lo tomé muy en serio pero veo que incitar al odio sigue siendo una buena estrategia cuando quieres ser el hombre más poderoso de la tierra. Peor aún: dudo que usaría ese inmenso poder para mejorar este país y el mundo en el que vivimos. La maravilla es que sigo siendo optimista y creo que finalmente los ciudadanos de EE.UU. verán lo importante que es votar. Aunque falta mucho para las próximas elecciones, lo que está claro es que la única manera de decirle basta al odio, la discriminación y el racismo, será ejerciendo nuestro derecho a votar.
Este discurso demagógico de Trump es peligroso y los que no se den cuenta de ello, se hacen cómplices de las acciones y reacciones que se generen por sus palabras. Más allá de la expulsión inexcusable de Jorge Ramos de la conferencia de prensa, más preocupante para mí fue ver la reacción de otro tipo en el pasillo cuando se encontró con Ramos. “Vete de mi país” le espetó.
Trump le está diciendo a los racistas y xenófobos que sus prejuicios son válidos. Como creo en la libertad de expresión, creo en su derecho a seguir comunicando sus pensamientos. Sin embargo, que no se le olvide que hay que ser responsable de lo que decimos y de las acciones que se generan luego de nuestras palabras. Incitar al odio es incitar a la violencia y espero que Trump medite bien lo que está haciendo, porque está dañando a este país en el que orgullosamente nací.
Y por más que creo en la libertad de expresión, si me encontrara con Trump, creo que me sentiría como el ex rey Juan Carlos cuando le dijo a Hugo Chávez que se callara. El que tenga derecho a hablar, no significa que tengo la obligación de escuchar.