¡No! a la era del miedo
“Prende datos en tu celular”, le dijimos a nuestra hija de once años. “Así siempre podemos ubicarte en caso de emergencia”. Aprovechando que tiene un iPhone, hemos habilitado las opciones para localizarla aun si no contesta el teléfono.
Esto que podría parecer exagerado, no lo es. Bienvenido a la era del miedo. Miedo a que alguien le haga algo a quienes más amamos. Miedo a un desastre natural. Miedo a que venga un loco y empiece a disparar en el colegio de nuestros niños. Miedo a los ataques terroristas. Miedo a los que lucen diferentes a nosotros. Miedo a los insultos. Miedo a caerle mal a alguien. Miedo a meter las patas. Miedo al bullying. Miedo a lo desconocido. Incluso miedo a quienes están en el poder.
Quienes en algún momento de nuestras vidas vivimos fuera de los EE.UU., especialmente en América Latina, sabemos lo que es crecer atemorizados. En algunos países, miedo a un secuestro o a la policía. En otros, temor a que te asalten o que te toquen indebidamente en el autobús. En casi todos, miedo a la inestabilidad.
Al mudarnos a EE.UU., conocida como la tierra de las oportunidades y la libertad, muchas veces nos creímos la ilusión de la tranquilidad y seguridad. Dependiendo de donde vives, aun se vive con relativa calma y libertad.
Sin embargo, esto ha ido cambiando y la retórica electoral sacó a relucir lo peor de lo peor. La gente perdió el filtro y se cree con derecho de decir lo que se le viene a la mente. No importa si es ofensivo, ignorante, racista o prejuicioso. Está de moda ser políticamente incorrecto, no importa si estás mintiendo, citando datos alternativos o insultando a alguien.
Irónicamente, esta libertad de expresión mal entendida está en auge en momentos en que se cuestiona a la prensa. Peor aún: se amedrenta a la prensa y se le impide realizar su labor. Por si algunos necesitan un recortadorio, el que la prensa realice una labor crítica no implica que mienta. El que se diga algo negativo de mí no tiene por qué gustarme, pero no necesariamente es una mentira. Se ataca la credibilidad de la prensa cada vez que revela cosas que no le agradan al gobernante. Es como un berrinche. Sólo que en vez de tirarse al piso a hacer una rabieta o lanzar sus juguetes, se amurra y decide que no va a dirigirle más la palabra a quienes no lo alabe.
Pero no me quiero ir por la tangente. Volvamos al tema del miedo, que se ha vuelto una vez más en una herramienta para controlar. Por algo Maquiavello decía que un príncipe más que amado, debe ser temido, algo que ciertos líderes políticos siguen al pie de la letra. Por ende se alimenta el temor, lo que unido a la ignorancia, se vuelve en una potente arma contra todo aquel que sea diferente a la mayoría.
Es justificado, pero no nos debe controlar
Claro que hay razones para estar asustados. Cientos de centros comunitarios judíos, templos y escuelas han recibido amenazas de bombas. La islamofobia crece, también, metiendo en un mismo saco a personas que no tienen nada que ver con terrorismo. Y para qué decir de los insultos que muchos latinos reciben, especialmente si se les nota el acento hispano al hablar inglés. Peor aún: las bromas crueles en la escuela hacen que a diario demasiados niños crean que sus padres podrían ser deportados en cualquier minuto.
No podemos controlar las acciones de los demás pero sí podemos decidir qué hacer con el miedo que sentimos. ¿Nos paralizamos? ¿Nos callamos? ¿Dejamos de vivir?
¡No!
Me rehuso a vivir con miedo. Al final, el temor no me alimenta el alma. Le resta alegría a la vida. El temor no abraza, no paga cuentas ni me hace sonreír. Peor aún: cuando me dejo vencer por el miedo, ganan los que te desean el mal.
¿Te animas a retomar el control de tu vida?