Anímate a hacer algo, aun cuando sea de manera imperfecta

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Siempre fui perfeccionista. ¡Cómo me frustraba aun de niña cuando me equivocaba! Sentía que el mundo se me venía abajo. Salía de un examen y me obsesionaba con lo que me había faltado responder.

Para ser sincera, esa característica de mi temperamento me ha ayudado en mi carrera. Sin embargo, la he aprendido a controlar. ¿Por qué? Simplemente porque el ser perfeccionista no sólo me hacía muy infeliz a veces, sino que además me paralizaba.

Prefería no hacer algo si es que no podía hacerlo bien. Abandoné el tenis en la adolescencia cuando me di cuenta que no había manera de ser buena en ese deporte. Mi disco duro estaba lleno de artículos sin terminar porque nunca sentía que ya estaban bien.

Ser mamá cambió eso. Aprendí a manejar mis expectativas. A encontrar paz en hacer las cosas lo mejor posible, aun cuando no fueran perfectas.

Pero también hubo otros momentos de iluminación. Me di cuenta que mucha gente exitosa alrededor no lo era porque eran más trabajadores, inteligentes o buenos que yo. La gran diferencia radicaba en que en vez de esperar a hacer algo perfectamente, hacían algo.

Las buenas intenciones no son nada si no están acompañadas de acciones. Por eso quiero inspirarte para que el 2013 más que hacer un listado interminable e imposible de metas, te des cuenta que en ti radica un gran poder. El poder de actuar. ¡No lo dejes escapar!

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