El sándwich de queso caliente
Era un domingo de vacaciones y mi hijo no había querido cenar porque habíamos almorzado tarde y no tenía hambre. Su papá y su hermana se durmieron relativamente temprano, agotados porque habíamos tenido un día divertido pero bastante ajetreado. Como noctámbula que soy, ya estaba acostada pero aun no me dormía cuando cerca de la medianoche siento que mi hijo aun estaba despierto.
Cuando le pregunté qué pasaba me dijo que tenía un poco de hambre y que iría a la cocina a buscar un “snack”. Le ofrecí prepararle un sándwich de queso caliente para que por lo menos comiera algo un poco más nutritivo que galletas o papas fritas. Mientras esperábamos que se derritiera el queso, aprovechamos de conversar. Le dije que cuando esté más grande y ya sea un adolescente, que por favor se acuerde de que su mamá le preparó un sándwich a la medianoche por puro amor. Que cuando estemos en desacuerdo y él sienta que no lo entiendo o que soy muy estricta, se acuerde de este momento en que me levanté de la cama para darle de comer. Él se rió y luego procedió a devorarse su pan con queso.
Unos días después, me tocó trabajar hasta tarde en South Beach porque era la semana de la moda y fui a diversos eventos y desfiles de moda. Como suelo hacer, llamé a mi esposo para avisarle que ya iba en camino y estaba nuestro hijo a su lado. A ambos les conté que estaba muriéndome del hambre y del cansancio. Mi hijo estaba impresionado con que no hubiera comido nada, siendo que era pasadas las 11 de la noche.
Media hora después abrí la puerta de mi casa, feliz ante el prospecto de quitarme mis tacones y comer algo. Casi me caí de la sorpresa cuando me encuentro cara a cara con mi hijo. No solo por verle su carita, sino porque sujetaba un plato. “¡Sorpresa!” me dijo. Me había preparado un sándwich de queso caliente.
Nunca me lo esperé y creo que nunca había comido un pan con queso tan rico. Es verdad que cuando las cosas se hacen con amor, son las mejores.