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El amor incondicional entre madre e hija

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Madre e hijaVeo a mi hija crecer y me asombro. Me asusto, también, porque me doy cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y sé que cada día será más independiente. Dicen que las niñas se llevan mejor con los papás, pero en mi caso, no hay competencia y tanto mi esposo como yo disfrutamos de nuestra hija.

Sin embargo, si soy sincera, creo que hay un lazo muy especial entre mi hija y yo. Quizás por su reflujo cuando era recién nacida y tenía que dormirla sobre mi pecho para que no vomitara. O quizás porque tuvo neumonía y pasamos tres días en el hospital abrazadas, mientras su papá cuidaba de su hermano en casa que también tenía influenza.

Siento el amor más puro. Obviamente hay días complicados, noches con berrinches, portazos ocasionales, momentos en que me desafía y frases que duelen (pero que son copiadas de los programas de TV que a veces mira). Sin embargo, mi hija me ha enseñado tantas cosas con su alma tan bella. Es verdad que por diferentes cosas de la vida me ha necesitado mucho en estos primeros casi 9 años de vida pero no los cambio por nada. Porque yo también la he necesitado cada día de su existencia.

Sé que tenemos mucha suerte. Por eso cuando se mete en mi cama en la noche y me abraza, ya ni me la llevo de regreso a su propio cuarto. O cuando me quiere peinar y hacer una trenza, me entrego a sus manos tan expertas a pesar de lo pequeñas que son. Disfruto el momento porque sé que esto no será así para siempre. También disfruto cuando hacemos “cosas de mujeres” porque desde que nació es el ser más femenino que existe y me derrito compartiendo esos momentos frívolos en medio de un mundo caótico y con tantas tristezas.

Cada hijo es un milagro, como lo he dicho antes, por lo que no paro de agradecer a D’os por ser mamá, tanto de Sofía como de mi hijo. Cada día siento que son la bendición más grande que he recibido y no sé qué hice para merecer una maravilla tan grande. Pensar que tantas noches me quedé dormida llorando, con las pestañas pegoteadas por tantas lágrimas que salían de mis ojos. Pensar que me conformaba con tener un bebé tan maravilloso como mi hijo y me costó atreverme para tratar de embarazarme nuevamente. Pensar que en tantos momentos de mi embarazo pensé que nacería demasiado adelantada, pero con fe y mucho esfuerzo Sofía nació cuando estaba lista para llegar al mundo.

Yo recién vine a descubrir una relación así de bella con mi propia madre terminando la adolescencia, por lo que valoro aun más cada instante de felicidad y complicidad que compartimos con mi hija. Y espero que cuando en unos años ella sea una adolescente y no entienda mis decisiones o me critique todo, siempre se acuerde que mi amor es incondicional.

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