El dolor que no vemos
La última vez que vi al doctor Frederic Brandt, lo recuerdo cantando y diciéndole algo lindo a cada enfermera que pasaba a su lado. Recuerdo su preocupación cuando se me bajó la presión (algo que me sucede a veces) y casi me desmayé. Recuerdo como no se movió de mi lado hasta que me tomé un jugo de naranja y recobré el color. Luego me contó varias anécdotas para hacerme reír, volvió a asegurarse de que me sentía bien y nos despedimos.
Lo que no recuerdo es haber visto su dolor. Detrás de su sonrisa, mi querido doctor Brandt al parecer escondía mucha tristeza y ayer lo encontraron sin vida en su hogar de Coral Gables, Florida. Tenía 65 años pero parecía menor, especialmente si le mirabas su rostro con su piel tersa y libre de mancha alguna.
La prensa especula que se quitó la vida luego de sufrir de depresión y ver que había inspirado el personaje de un excéntrico doctor en la nueva serie de Tina Fey, The Unbreakable Kimmy Schmidt. Dicen que sintió que se burlaban de él y si es así, mi corazón se llena de más tristeza todavía.
Nadie merece burlas crueles y si estaba pasando por un momento difícil, sí creo que puede haber influido en su muerte.
El doctor Brandt que conocí era una hombre brillante, amable, preocupado por lo demás y un artista de corazón. Amaba el arte y ayudar a las personas a sentirse bien. Tan solo llegué a conocerlo poco más de un año, pero me encantaba verlo, escuchar de sus viajes, de cómo dividía su tiempo entre Nueva York y Miami, de sus obras de arte, de sus amados perros. Nunca le pregunté por las famosas que dicen que atendía pero hay decenas de artículos de prensa que lo señalaban como el dermatólogo de Madonna. Para mí, en cambio, era mi médico preocupado de ver que no tuviera señales de cáncer a la piel (especialmente porque mis padres ambos lo tuvieron), que me ayudaba a cuidarme mejor la piel, que logró quitarme manchas y hacerme sentir mucho más feliz con mi cutis. Recomendaba pero no imponía nada y tenía un ojo de artista al ver qué podría mejorarse en un rostro.
Confieso que he llorado su partida tan abrupta. Era un pionero, pero sobretodo, era una persona extraordinaria. Lo que más lágrimas me produce es pensar en el dolor que escondía detrás de su sonrisa, el dolor que no vemos y que solemos esconder de los demás.
Lo único que deseo es que haya logrado encontrar paz.
Adiós, doctor Brandt. Lo voy a extrañar.