Atesora los momentos cotidianos con tus hijos
Los hijos crecen demasiado rápido, por más que el primer año se puede hacer un poco más lento. Sus intereses van cambiando, se van independizando cada vez más y te das cuenta de que en un abrir y cerrar de ojos, los niños prefieren pasar más tiempo con sus amigos que con sus padres. Por eso atesoro cada momento que paso con ellos, por más cotidiano que sea.
Aunque creo que es importante darles su espacio, confieso que estoy muy involucrada en el día a día de mis hijos. Es cierto que en EE.UU. una pasa mucho tiempo dedicada a ser chofer de sus niños, pero ese tiempo en el auto abre la puerta a conversaciones que no tienen precio. Puedo enterarme de qué sucede en el colegio, con quiénes se juntan, qué les preocupa, o qué les disgusta.
Con el tiempo también he ido aprendiendo a estar siempre preparada. En mi cartera siempre tengo toallas húmedas para limpiar manos pegajosas, parches curita por si hay alguna herida pequeña y meriendas varias. Cada vez que paso a buscar a mis hijos al colegio o cuando acaban una actividad extra escolar, sé que se subirán al auto con hambre. ¡Lo primero que me preguntan cuando me ven es si traigo algún snack!
Si los espero con una merienda que les gusta, sé que me recompensarán con una sonrisa de oreja a oreja… y además evitaré pasar un mal rato. Porque no importa la edad de tu hijo; si tiene hambre, se volverá irritable. Cuando los niños son chiquitos, quizás hasta te harán un berrinche, pero cuando están más grandecitos, la falta de alimentos puede provocar un ataque de mal genio en tu hijo o hija.
Por eso siempre les digo a mis amigas que no hay frase más sabia que la de “barriga llena, corazón contento”. Y cuando el corazón de tu hijo o hija está contento, todos estamos felices y tenemos ánimo para jugar, estudiar o simplemente conversar.
Para evitar que el hambre te juegue una mala pasada, lleva contigo meriendas selladas en bolsas individuales. Desde que mis hijos eran pequeñitos, a todos en mi familia nos han encantado las galletas Goldfish, que además de venir en diferentes sabores y tamaños, son divertidas. En días lluviosos hasta las usaba para jugar Bingo con mis niños. El primero en completar su tablero, podía comerse las galletas. Ahora prefieren otros juegos, pero les siguen gustando sus Goldfish crackers cuando salen de clases o de sus partidos.
Por más independientes que se vuelvan, por más grandes que estén, lo cierto es que nuestros hijos nunca dejan de necesitarnos. Lo mejor que podemos hacer por ellos es estar allí y que sepan que cuentan con nosotros siempre, día a día. Esos momentos cotidianos que pueden parecer insignificantes son los que componen nuestra realidad diaria y verás que un día, recordarlos te llenará de nostalgia cuando veas que tu chiquitín ya creció.
Nota: Este es un artículo patrocinado por Goldfish, pero refleja mis propias opiniones.