Dejemos de culpar a las víctimas
Culpar a las víctimas, especialmente si son mujeres, se ha vuelto un hábito desde hace décadas. Si a una mujer la acosan en la calle, es su culpa porque se viste “provocativamente” (no importa si está con pantalón, falda o lo que sea). Si a una mujer su pareja le es infiel, no falta quien justifica al marido porque ella no lo satisface en el dormitorio. Si a una bloguera grupos racistas atacan a su familia, no falta quien le echa la culpa a ella misma por haber publicado fotos y videos de sus niños. Hasta los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los EE.UU. ha implicado que si una mujer bebe alcohol, puede resultar en un embarazo no deseado (como si las mujeres se embarazaran solas) o en que sean víctimas de violencia.
¡Basta!
Estoy hasta la coronilla de ver que el primer instinto es siempre ver qué hizo la persona para merecer que se le humille, insulte, ataque o maltrate. ¿Por qué no nos dedicamos mejor a denunciar al que humilla, insulta, ataca o maltrata? ¿Por qué cuesta tanto criticar a quien elige hacer daño y es más aceptable tratar de justificarlo por algo que haya hecho quien sufre el ataque? ¿Por qué se suele defender al violador en vez de proteger a quien ha sido violada?
Para lograr un cambio de mentalidad, lo primero es reconocer que existe un problema. Luego debemos tomar conciencia de nuestro propio comportamiento y de nuestras actitudes. Muchas veces inconscientemente juzgamos o tendemos a pensar que la víctima provocó el ataque pero es nuestro deber darnos cuenta de ello y autocorregirnos. No sólo nos afecta a nosotros mismos sino que influye en las actitudes y los comportamientos de nuestros hijos. Prefiero criar hijos que sepan que “no es no”, que respeten a los demás y se sientan respetados, por más que sé que muchas todavía prefieren enseñarle a nuestras hijas a no provocar, a no llamar la atención cuando estamos en la mitad de las muchedumbres, a callar para no enojar a alguien.
Cuando callamos, nos hacemos cómplices del atacante. A veces es una estrategia de supervivencia, pero luego llega el momento de denunciar. Dejemos de culpar a las víctimas y rompamos la conspiración del silencio que muchas veces rodea las situaciones desagradables o que nos incomodan. Cuando nos unamos para denunciar y condenar en vez de justificar, recién empezaremos a generar un cambio que es extremadamente necesario para mejorar el mundo en el que vivimos.