El día que cambió para siempre mi perspectiva sobre las vacunas
En nuestra familia hemos estado a favor de las vacunas, aun antes de que nacieran nuestros hijos. Después de crecer en países como Perú (mi esposo) y Chile (yo) sabíamos que para un niño a veces implica la diferencia entre la vida y la muerte. Sin embargo, leímos mucho, sobretodo antes de vacunar a nuestro hijo mayor. Confieso que sí nos preocupaban las investigaciones que circulaban en esa época y que ya han sido desmentidas por sus propios autores. Seguimos el calendario de vacunación de la academia estadounidense de pediatrica (AAP) y pensábamos que nuestros hijos estaban protegidos de la mayoría de las enfermedades, incluyendo la neumonía.
Había un gran defecto en un nuestro plan. Como la vacuna contra la influenza era opcional, nunca saqué cita con el pediatra para vacunar a mi hija de 17 meses o mi hijo de 4 años. Si era optativa, no era importante, ¿verdad?
Craso error. Un viernes de febrero del 2007 aprendí lo fundamental que era. My bebita ardía en fiebre y rápidamente empeoraba. La había llevado al pediatra el día anterior pero la mañana siguiente estaba tan débil que corrí a la sala de urgencias del hospital de niños más cercano. Las lágrimas me corrían por las mejillas mientras trataba de hacerla reaccionar, ya que estaba aletargada. Ese día cambió mi perspectiva sobre las vacunas. Para siempre.
Sofía tenía influenza y neumonía (la vacuna antineumocócica solo protege contra algunos tipos de bacteria; en esa época la vacuna que ella había recibido solamente protegía contra siete tipos). Apenas lloraba cuando la enfermera trataba de insertarle la vía intravenosa una y otra vez, pero mi esposo y yo no parábamos de llorar. Sentíamos que habíamos fallado y no la habíamos protegido.
Después mi suegra nos llamó para avisarnos que estaba preocupada por nuetsro hijo porque estaba con fiebre. Mi esposo y yo tuvimos que dividirnos para que él pudiera cuidar de nuestro niño, quien probablemente también tenía influenza. Al final mi hija tuvo que estar tres días en el hospital. Tuvo suerte porque recibió la atención médica que necesitaba. Otros niños no tienen la misma fortuna. Luego de colaborar con Shot@Life aprendí que un niño muere cada 20 segundos de una enfermedad que podría prevenirse con las vacunas que existen.
De más está decirles que fue la última vez que se me olvidó sacarles cita a mis hijos para vacunarlos. Vi cómo mi hija luchaba por respirar, cómo ni tenía fuerzas en ese momento para agarrar su chupete (chupo, chupón, bobo) y todo lo que podia pensar es que podría haberle evitado ese sufrimiento.
Nunca más estoy dispuesta a arriesgar su salud si puedo evitarlo.