El antisemitismo ya afectó a mis hijos
Creía que vivía en una burbuja donde lograba proteger a mis hijos del antisemitismo pero con una frase, mi hijo reventó esa ilusión como una pompa de jabón. “¿Necesito quitarme mi estrella de David?” nos preguntó a su papá y a mí mientras almorzábamos el domingo. Mi hija de 8 años escuchaba atentamente, ya que ella sigue con interés todo lo que hace y dice su hermano mayor. La estrella de David (o Magen David) desde hace siglos simboliza el judaísmo, religión que practicamos tanto por tradición como por convicción.
Mi hijo esperaba nuestra respuesta con ansiedad y nos explicó que quería saber si era seguro que los demás vean que es judío. Como estamos en Miami, lejos de las muestras más agresivas de antisemitismo, siempre hemos pensado que estamos seguros y confiábamos en que nuestros hijos sentirían esa tranquilidad de ser quienes son, sin miedo a represalias ni persecuciones por su fe. Además, con todos sus defectos, sigo considerando que los EE.UU. es el país más pluralista y donde las libertades civiles están mejor protegidas que en otros países (con deficiencias, obviamente, pero mucho mejor que en decenas de naciones). Hay libertad de expresión y de culto, algo que no todos tienen.
Sin embargo, el sábado anterior a esta conversación con nuestros hijos asesinaron a sangre fría a un rabino a una corta distancia de donde vivimos. Un rabino que iba a una sinagoga cerca de otra que habían rayado con svásticas nazis hace unos días. Mi hijo se enteró por Instagram y los posts de sus amigos, antes de que yo lograra comunicárselo y asegurarle que no nos va a pasar nada. Que podemos seguir yendo a rezar al templo sin problemas. Que podemos seguir con nuestras vidas profesando nuestra fe sin temor.
De ahí su preocupación. Porque como mamá no me di cuenta del efecto que las noticias y las conversaciones están teniendo sobre él. A sus 12 años ya no es un niño y entiende demasiado. Pero tampoco es un adulto y siempre me complico a la hora de evaluar qué le puedo decir y qué no. Al final me doy cuenta de que no le puedo ocultar nada. Hace tiempo que tengo una política de puertas abiertas y honestidad pero filtro bastante la información que le doy.
Me esfuerzo de sobremanera de enseñarles respeto y tolerancia a mis hijos pero confieso que cada vez se me hace más difícil al vivir en un mundo rodeado de violencia y odio. Les explico que la gente muchas veces por ignorancia odia lo que desconoce o le atemoriza pero ya se me acabaron las respuestas para racionalizar las cosas que ven, leen o escuchan. Tampoco ayuda que mis hijos nos ven preocupados, o que sepan que tienen primos apenas unos años mayores que ellos en el ejército israelí. Además, escuchan del odio a los judíos que se manifiesta en Europa, Nueva York o en Chile y les asusta, porque no pueden creer que después del Holocausto y la segunda guerra mundial aun haya quienes preferirían que nos hubiesen borrado de la existencia. Pero esa es la realidad en la que están creciendo y no saco nada con querer ignorarla o mirar con nostalgia el pasado.
El antisemitismo ya no es lejano, sino demasiado cercano. Sin embargo me rehúso a dejar que el temor se apodere de mis hijos y de mi familia. Por eso con mi esposo respondimos al unísono sin ponernos de acuerdo que por supuesto que no necesita quitarse su cadena con su estrella de David. Espero que no nos equivoquemos porque me niego a dejar que el odio y la ignorancia triunfen una vez más.