Por qué debemos romper el silencio aun cuando nos falten las palabras
En estos momentos me es tan difícil encontrar las palabras que expresen lo que siento. Por eso he optado por publicar las palabras de otros. Confieso que también he tenido miedo de decir algo errado o que no le haga justicia a las víctimas. O sea, he silenciado mi propia voz. Me autocensuré.
El problema del silencio es que puede interpretarse como indiferencia. El que calla, otorga, dice el refrán. El silencio se vuelve así un cómplice de la injusticia. Podemos tratar de justificarnos diciendo que no sabíamos qué decir ni qué hacer, por lo que optamos por no hacer nada.
Hoy, aun cuando me equivoque, aun cuando mis palabras sean imperfectas, incorrectas e insuficientes, he roto mi silencio. Porque de algo estoy cien por ciento segura: no puedo ser una mera observadora mientras el racismo y la injusticia acaban con las vidas de demasiados. Porque no sólo perdemos las vidas de quienes mueren, sino que perecen también los sueños y la esperanza de las generaciones que sienten que a nadie le importa verdaderamente qué les pasa a ellos. Las familias de las víctimas están de luto no sólo porque perdieron a un hijo, un papá, un esposo, un hermano, un tío o un primo. Sus vidas nunca serán las mismas y eso trae consigo otro duelo.
La muerte de Alton Sterling a manos de dos policías me horrorizó. Sé que probablemente no sabemos todo lo que sucedió pero luego de ver el video del celular de un testigo, la manera en que murió parece más una ejecución. Si no hubiese sigo negro, no tengo duda alguna de que le hubiesen tratado de manera diferente. Es hora de dejar de engañarnos. El color de nuestra piel afecta cómo los demás nos tratan. Afecta la manera en que nos trata la policía. La forma en que los medios de comunicación hablan de las víctimas. Por si lo has olvidado (yo no), si Tamir Rice, de apenas doce años, hubiese sido blanco, probablemente no lo hubiesen matado mientras jugaba en un parque. Eric Garner suplicaba por su vida mientras no podía respirar, hasta rogaba “por favor”, pero eso no fue suficiente. La impunidad que siguió a sus muertes es aun más dolorosa y preocupante porque parece que nuestra sociedad siempre encuentra la manera de justifica lo injustificable. Las víctimas ni siquiera tuvieron la oportunidad de seguir un debido proceso. Se les creyó culpables antes de poder demostrar su inocencia.
Quedarme callada, sin tratar de expresar lo que siento en mis propias palabras, podría implicar que el tema me es indiferente. Por eso rompí mi silencio. No podemos quedarnos de brazos cruzados haciéndonos los locos e ignorando la evidencia de que no todos los seres humanos son tratados igualitariamente, con justicia y dignidad, en este país. Sí, las vidas de los negros importan, aun cuando parezca que no es así.
El otro problema del silencio es que no se está utilizando para escuchar. Sí, escuchar. Aun cuando estés en desacuerdo con lo que escribo. por favor presta atención a quienes están frustrados, enojados y asustados. Debemos prestar más atención. Aprender. Mejorar.
Vivimos en una sociedad que parece polarizarse más y más. Vivimos en un mundo donde la violencia y la intolerancia parecen crecer exponencialmente gracias a la frustración de quienes están perdiendo la esperanza. Si estás callando frente a las injusticias, por lo menos presta atención a lo que se está diciendo para que te inspire a mejorar como persona. Para que inspire a actuar. Porque de verdad somos capaces de ser mejores. Somos capaces de superar la intolerancia, el racismo y la violencia que vemos día a día.
Si lo que sucede no te deja indiferente, por favor rompe el silencio. Si no puedes encontrar las palabras adecuadas, como me pasaba a mí, puedes pedir prestadas las frases y los artículos que han escrito los demás. Como escribió el recién fallecido premio Nobel de la Paz y sobreviviente del holocausto, Elie Wiesel, “puede haber momentos en que no podemos prevenir la injusticia, pero nunca debe haber un momento en que no seamos capaces de protestar”.
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