Una pausa y ya volvemos
El mundo está en pausa pero no sabemos por cuánto tiempo. Esa incertidumbre es realmente abrumadora a veces, porque esto parece sacado de un cuento distópico. Países enteros cerrados, viviendo un encierro que se alarga, que nos lleva a más preguntas que respuestas.
La más común es la más complicada: ¿hasta cuándo? Porque la respuesta “hasta que sea necesario” es tan vaga que ya carece de sentido. ¿Cómo determinar esa necesidad?
Colegios, universidades, tiendas, restaurantes, museos, parques, playas… cerrados. No en todos lados, pero en sitios que era inimaginable hace tan solo unas semanas.
Tantos seres humanos falleciendo solos. Sin familiares ni amigos, ni menos un cura o rabino rezando para darles paz en sus momentos finales. Ni toquemos el tema de los funerales, porque dependiendo de dónde falleces y si tenías el virus, las leyes de cada país determinan qué sucede con tus restos. Los familiares se quedan en el aire, sin poder vivir su dolor con el consuelo de quienes los quieren apoyar. Sin un abrazo que les reconforte el alma, por más que no pueda llenar el vacío.
Esta nueva realidad es surreal y es simbolizada por la escasez. Escasez de ventiladores mecánicos. Escasez de exámenes o tests para el COVID-19. Escasez de insumos hospitalarios básicos para proteger a médicos, enfermeros y personal auxiliar. Escasez de papel higiénico. Escasez de mascarillas, guantes y desinfectantes. Escasez de levadura para hornear tu propio pan. Escasez de contacto en persona con quienes amamos. Escasez de amabilidad hacia quienes siguen trabajando porque no les queda otra. Escasez de sensatez entre quienes demoran en tomar las medidas necesarias para detener la transmisión de este virus. Escasez de sentido común entre quienes insisten en salir de casa (sin tener que hacerlo), ponen en riesgo la vida de los demás y prolongan este encierro aún más con su irresponsabilidad.
Claro que no todo es malo. La tecnología nos ayuda a mantenernos conectados a pesar del distanciamiento social. Estamos cocinando más en casa. Compartiendo en familia si estamos encerrados con seres queridos. Valoramos más cada cosa. Hasta cada cuadrado de papel higiénico.
Descubrimos héroes y ángeles que quizás antes ignorábamos. Desde los cajeros del supermercado hasta los auxiliares de limpieza de los hospitales, desde las enfermeras hasta los doctores que estaban jubilados pero han vuelto a ejercer porque sienten que es su deber. Se sobreponen al miedo de contagiarse para tratar de salvar vidas en medio de situaciones imposibles.
El mundo está en pausa, pero la vida sigue. No podemos controlar la situación pero sí cómo reaccionamos a esta crisis. Esta palabra que es sinónimo de dificultad, en sus orígenes griegos significa decisión. Eso es algo que está en nuestras manos: decidir qué actitud tomar en medio de esta pandemia. Decidir que el cambio que se genere a partir de esta pausa, sea algo positivo. No sólo para nosotros, sino también para quienes nos rodean. Especialmente los niños.
Después de esta pausa, ya volveremos. Ojalá más agradecidos y fortalecidos que nunca.