El horror de Siria merece más que nuestro silencio
Cuando veo las noticias provenientes de Siria, me duele todo y las lágrimas me escurren por las mejillas. La impotencia y el horror me invaden. No encuentro palabras y trato de escribir estas líneas pero a cada rato me detengo porque sé que no le hago justicia a lo que pienso y siento.
Sin embargo, no puedo quedarme callada. Aun cuando me equivoque. Aunque mis palabras no sirvan para nada. Escribo esto porque no me haré cómplice de la barbarie con mi silencio. Me rehúso a quedarme paralizada ante el horror y no decir nada. Las palabras se las puede llevar el viento pero mi conciencia no me permite dejar de escribir algo. Lo que sea.
Me impresiona que a tan pocos parece importarles lo que sucede en Siria. Aclaro que no es algo nuevo. Me acuerdo que había más rabia cuando circularon las primeras fotos de niños muertos en Alepo y en otras partes de Siria y había quienes trataban de ganar la guerra de la desinformación diciendo que tropas israelíes habían asesinado a niños indefensos. El doble estándar quedó en evidencia una vez más porque si le echaban la culpa a Israel, entonces allí sí había reacción, ira y llamados a la acción. Ahora que los israelíes están fuera de la ecuación, a muchos parece no importarles tanto las masacres de niños y mujeres. ¿Por qué los países árabes no han intervenido para ayudar a sus pares? ¿Por qué importan más ciertas vidas que otras? ¿Por qué importa más la muerte de los niños y otras víctimas indefensas dependiendo de quién es el responsable?
Más allá del doble estándar, lo que me horroriza es la falta de humanidad. La destrucción masiva que vemos es escalofriante. No sólo es física, sino emocional. Decenas de personas han publicado en las redes sociales su último adiós. Enfermeras prefieren suicidarse a ser violadas. Los médicos dicen que han tenido que operar a niños sin anestesia. ¿Cómo puede alguien mantenerse al margen ante tanto sufrimiento?
Esto vas más allá de las nacionalidades, las religiones, las posiciones políticas o la raza. Estos son crímenes contra la humanidad.
Sin embargo, esto no lleva a que los corazones se ablanden. La crisis de refugiados generada por esta guerra civil ha llevado a más xenofobia. Vemos en todo el mundo el resurgimiento del extremismo de ambos lados. Una vez más, parece que no hemos aprendido nada de la historia, por lo que se vuelven a repetir los horrores del pasado.
¿En qué mundo crecerán mis hijos? El pesar que siento a diario no se va. A ratos puedo sentirlo menos, pero reconozco que me angustia temer por el futuro de mis hijos y de la humanidad. Quiero dejar de lado el pesimismo y prefiero llenarme de esperanza hasta con los detalles más pequeños que me restauran la fe en la humanidad. Porque sé que el odio y el miedo no conducen a nada positivo. Prefiero criar a mis hijos con valores y esperanza, para que sientan que sí pueden mejorar este mundo.